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COLUMNA CON: Alfredo Oropeza AMLO: LA DEMOCRATIZACIÓN DE LA POBREZA Y EL SUFRIMIENTO

El pasado domingo, dos artículos lapidan contundentemente la imagen de López Obrador, ante el mundo entero. Uno, la del New York Times, titulado “La nueva telenovela mexicana” de Alberto Barrera Tyszka; y el segundo, del diario inglés Financial Times, intitulado “López Obrador, la nueva figura del autoritarismo en Latinoamérica” firmado por la editorial.
La lectura de ambos artículos, muy recomendables, debelan la verdadera personalidad del “Telepresidente” de México, un personaje hambreado de poder, segado de autoritarismo, embriagado de soberbia y ávido de dar espectáculo, para lograr la distracción del público, ante los rotundos fracasos de su Gobierno de 4Ta.
Como un cáncer, López avanza gradualmente en sus intenciones de degenerar las instituciones y atrofiarlas, para concentrar cada vez más poder en sus manos y, así, lograr que la mayoría de las grandes decisiones sean sólo las suyas.
Mientras más poder concentra, más imbatible se siente y más resalta su verdadera personalidad: autoritaria e intolerante. Por ello, se da el lujo de presentarse todas las mañanas como el gran inquisidor que cuestiona a todos los que lo critican y sentencia al patíbulo del linchamiento mediático, con sus huestes enardecidas, a políticos, escritores, periodistas y activistas, que no le rinden pleitesía, ni le prenden incienso en sus espacios de opinión.
López se está convirtiendo en el real estereotipo del “caudillo autoritario” que ya se creía extinto en América Latina, salvo en la isla feudal de Cuba de los ”hermanos Castro”, hasta la aparición de Chávez, Maduro, Ortega, Evo y los Kirchner, en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Argentina, respectivamente.
El último trofeo, del residente del Real Palacio Nacional, es la sumisión y servilismo de los seis ministros de la Suprema Corte de Justica de la Nación, quienes se doblegaron ante sus amenazas veladas, para ceder paso a su magnánima voluntad de convocar a un referéndum para enjuiciar a los expresidentes, excepto Luís Echeverría.
Lo anterior, sólo para alimentar el espectáculo mediático del Telepresidente y darle la oportunidad de continuar en “modo campaña”, como el candidato que nunca ha dejado de ser, muy por debajo del Jefe de Estado, del que jamás ha estado a la altura. Pero, principalmente, con el fin superior de crear la cortina de humo que encubran los mediocres resultados de su gestión.
Tras casi dos años en el poder, los resultados de López Obrador son pobres: el crecimiento económico en números negativos y se pronostica la segunda peor recesión de la región (detrás de Argentina), la corrupción, los crímenes y la violencia en niveles escandalosamente altos y la errática respuesta a la pandemia de covid-19, que ha elevado las muertes a niveles catastróficos.
Por todo lo anterior, es necesario alimentar al público televidente y chairoparlante con nuevos capítulos, en la novela número uno de toda la República Mexicana. De ahí, los capítulos de “La Rosa de Guadalupe”, con el milagro de Lozoya sin pisar la cárcel; “En Familia con López” y la rifa del avión; los episodios de “El Cazador” con ataques a la prensa y a los intelectuales; y la trama de “La Ley y El Orden” para investigar y enjuiciar a los expresidentes, a través de la consulta popular.
Ahí no impera la lógica de los partidos de oposición, ni de periodistas, columnistas, escritores y líderes de opinión, sobre las implicaciones a las violaciones de la Constitución o las pérdidas económicas para el país. La lógica de las mañaneras encuentra su éxito en lograr distraer al público, con la promesa de democratizar la pobreza y el sufrimiento, castigando a sus opositores, críticos y antecesores. Ocultando así, su fracaso en seguridad, economía y salud.
Si el héroe de la pantalla chica no puede ofrecer a su amada audiencia una existencia mejor, ni una mejor calidad de vida, al menos puede compensarla y entretenerla, ofreciéndoles el linchamiento y la mortificación de fifís, adversarios, conservadores y neoliberales.