PARTIDOS POLITICOS

AMLO Y EL ARTE DE GOBERNAR SIN BRUJULA. Por Alfredo Oropeza

 

Con la brújula descompuesta y gobernando a contentillo, así se observa al presidente López Obrador, ensimismado en sus ideologías y creencias personales. Enclaustrado en su mundo de fantasías, el presidente conduce las políticas públicas del país, inventando un mundo alterno de es-Pejismos: Amlolandia.

Amlolandia es el México imaginario de López, donde existe una paz que ha costado más asesinatos que la guerra contra el narco; donde hay bienestar, aunque no haya crecimiento económico y lo único que crece es el desempleo; donde se garantiza la salud de la gente, aunque haya niños muriendo por falta de medicamentos para el cáncer y la mayor tasa de mortandad por Covid-19 en el mundo; y donde no hay corrupción, aun cuando el círculo cercano y familiar del presidente están manchados por escándalos de recibir dinero en efectivo y dar contratos a empresas fantasmas.

López Obrador navega en aguas turbulentas con la brújula descompuesta, no escucha, ni busca consejos honestos sobre como conducir al país. Sólo confía en su versión personal de la historia y su idea de que gobernar es fácil, solo se requiere testarudez y un 99 por ciento de honestidad, aunque sólo se tenga el 1 por ciento de capacidad.

En su versión del “Arte de Gobernar”, no son relevantes los indicadores, las proyecciones, la planeación y la evaluación. Es mejor mandar al diablo los tableros de control de la nave y archivar las cartas de navegación, sólo basta con tener la intuición y el olfato político para adivinar cuál es la ruta que seguir.

Su visión de Estado no tiene miras hacia un horizonte claro y la llegada a buen puerto, sólo se persigue librar los vendavales inmediatos y mantener la nave a flote para salvar las siguientes elecciones.

Todo lo anterior, explica porque el Gobierno de 4Ta. se conduce por caprichos, ideas, ocurrencias y creencias de su capitán. Un timonel que no tolera las insubordinaciones, las críticas, ni los cuestionamientos a sus decisiones personales.

Esto ha llevado a que el presidente tropiece constantemente con sus malas decisiones y, en pocos casos, tenga que reparar en corregir sus acciones; aunque, en la mayoría de los casos, busca solo maquillar sus errores como maniobras audaces y exitosas.

Los ejemplos abundan, tal es el caso del fracasado combate al huachicol, el encarecimiento del Aeropuerto de Santa Lucía (que terminará siendo más costoso que el de Texcoco), el fracasado operativo de Culiacán y la liberación del Chapito, la militarización camaleónica de la Guardia Nacional, la Refinería Acuática de Dos Bocas, el no encarcelamiento de Lozoya, la fracasada recolección de firmas para enjuiciar a expresidentes, la no venta y no rifa del Avión Presidencial, la cifra catastrófica de contagios y muertes por Covid-19, el inviable proyecto del Tren Maya, la desaparición del FONDEN y la reacción tardía para visitar a los damnificados de Tabasco y, últimamente, el mal tino de apoyar públicamente la reelección de Trump y el no reconocimiento del Triunfo de Biden.

Error tras error, justificación tras justificación y echar culpas, por echar culpas. Ese es el único guion que sigue al pie de la letra el presidente López, además de sus tan socorridos otros datos.

Así, en su último acto por seguir sus corazonadas y confiar en su olfato político, el presidente López actúa a contracorriente de lo que le recomiendan con tanta insistencia su canciller Marcelo Ebrard y la embajadora Martha Bárcena, que coinciden que el presidente debe salir a reconocer el triunfo Joe Biden, para felicitarlo a nombre del gobierno de México. Fiel a sus costumbres, López decide no escuchar las recomendaciones de sus expertos y opta por decir que esperará.

Con respecto a la no felicitación a Biden, López afirma que respetará el proceso y no actuará como lo hacían los anteriores presidentes: “eran muy afanositos, muy entrometidos, a veces hasta serviles y muy irresponsables, en cuanto a hacer valer nuestra soberanía”. Se le olvida al presidente lo afanoso, entrometido, servil e irresponsable que fue, al acudir corriendo al llamado de Trump, para presentarle sus respetos en plena campaña electoral de Estados unidos.