PARTIDOS POLITICOS

AMLO Y SU OBSESIÓN CON LOS VIDEOESCÁNDALOS. Por Alfredo Oropeza

Fue en el año de 2004 en el noticiero televisivo “El Mañanero” con Brozo, cuando un video levantó la polvareda de corrupción en torno a los círculos cercanos del entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador, y el escándalo político y mediático empañara al primer operador político de AMLO y entonces Presidente de la Asamblea Legislativa, René Bejarano, recibiendo 45 mil dólares del empresario argentino Carlos Ahumada.
En ese video, claramente se muestra al esposo de la actual diputada de Morena, Dolores Padierna, guardando los fajos de billetes en un portafolios, que, al no poder cerrar decide sacar los fajos de billetes sobrantes y guardárselos en las bolsas del saco y, hasta, las ligas. Escena que le valió el sobrenombre de “El Señor de las Ligas”.
En ese mismo año, una serie de vídeos filtrados a la opinión pública involucraban a personajes del círculo cercano del actual Presidente López, como fue el caso de su Secretario de Finanzas en el Gobierno del Distrito Federal, Gustavo Ponce Meléndez, apostando en un casino de Las Vegas. Posteriormente, la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal no tuvo más que revelar que el exfuncionario era investigado por lavado de dinero.
En otros videos, se mostró al delegado de Tlalpan, Carlos Ímaz, esposo de Claudia Sheinbaum, actual Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, también recibiendo dinero de manos de Carlos Ahumada. Posteriormente, otro video exhibe nuevamente a Bejarano negociando con Ahumada la asignación de puestos públicos en la delegación Álvaro Obregón.
Tras los videoescándalos, como suele suceder, López Obrador se lavó las manos y aseguró desconocer de los actos de corrupción que implicaban a su círculo más allegado, señalando a Rosario Robles como la responsable de orquestar el espectáculo, para empañar su imagen y pretensiones para ser el candidato del PRD a la Presidencia de la República, rumbo a 2006.
El resultado final fue una crisis mediática en torno al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador, y la renuncia precipitada de Robles al partido. Mientras que, René Bejarano y otros funcionarios exhibidos debieron de enfrentarse a procesos legales, la expulsión de su partido y de manera temporal la cárcel, sólo para acallar a la opinión pública.
Hoy, López Obrador saborea la dulce venganza, propia de su personalidad rencorosa y retorcida, encontrando en el “Caso Lozoya” la oportunidad de desatar una guerra de lodo y de escándalos mediáticos, por medio de un supuesto video que, asegura, exhibirá a varios actores políticos que recibieron sobornos, en torno a la aprobación de la Reforma Energética de Peña Nieto.
Argumentando que el juicio de Emilio Lozoya es un asunto de interés nacional, se ha esmerado más por arengar al linchamiento mediático, que por exigir que se haga justicia, solicitando que la Fiscalía General de la República (FGR) difunda el video que entregó el exfuncionario, para su difusión por todos los medios de comunicación posible y en redes sociales.
“Se debe de conocer todo el manejo del dinero, con la entrega de sobornos. Que se pueda ver en redes sociales, en la televisión convencional el video que se asegura entregó el señor Lozoya a la Fiscalía, conocer todo, porque esto ayuda a purificar la vida pública, nada de ocultar, transparencia total”. Dijo en su conferencia mañanera del lunes.
AMLO no se esmera por ocultar su ansiedad de venganza contra todo aquello que le aconteció hace 16 años, su relación con los videoescándalos en el 2004 y la derrota electoral de 2006, lo obsesionan con un afán de lograr un linchamiento público y mediático contra todos los actores que identificó como los obstáculos que le impidieron llegar a la Presidencia de la República y frustraron sus ansias de poder, para consolidar un régimen que lo perpetuara en el poder, probablemente hasta el día de hoy.
Para López es fundamental detonar el escándalo mediático en este año previo a las elecciones de 2021, porque considera que puede ser su última oportunidad de empañar a toda amenaza de oposición y contrapeso rumbo al proceso electoral, para frenar la debacle de su gobierno en la aprobación ciudadana.
Para el Presidente la prioridad no es “purificar la vida pública del país”, mucho menos es hacer justicia. Su prioridad es hacer el mayor daño posible a los que denomina “sus adversarios” y lograr el escarnio público de sus opositores, a través del linchamiento público y mediático.