EQUIPOS DE GOBIERNO SÍ, CAUDILLOS NO. Por Alfredo Oropeza
Tantos años buscando la presidencia para que, cuando por fin cumplió su capricho, el gusto le durara poco. Resulta que el único fin era llegar por llegar, más no llegar para trascender en obras y acciones perdurables. El caudillo sólo buscaba el glamur para satisfacer su orgullo, pero rehúye de las responsabilidades que conlleva; y al final, sólo se encapsula rodeado de aduladores y corruptos, distanciándose de la realidad social y la aprobación ciudadana.
En estos tiempos de 4Ta., la descripción encaja bien en los modelos caciquiles que buscan imponerse en todos los niveles de gobierno, donde el objetivo no es una visión de largo plazo, sino el goce de las mieles del poder en el aquí y el ahora. Así, se cae en la inmediatez de gobernar al paso para atender las urgencias y no a la pauta de la inteligencia o la planeación.
Por ello, vemos gobernantes que imponen sus ocurrencias, ante su interpretación personal de la realidad, sin oportunidad de conocer o ignorando las demandas reales de la comunidad. Así, transcurren sus gobiernos con más penas que glorias, para luego abandonar el barco y saltar al bote salvavidas de otro cargo, que garantice el fuero y el olvido del reclamo social.
Está es la tragedia de México y la causa del déficit de credibilidad de la clase política, independientemente del partido que se trate, el descrédito de aquellos que llegan a tener la oportunidad de ocupar una posición de poder (ya sea una presidencia municipal, una gubernatura o la presidencia de la república), por haber dejado de lado “sus buenas intenciones” y ser rehenes de sus “malas pretensiones”, en la búsqueda de perpetuar ese poder, más que heredar un gobierno de resultados, eficiente y profesional.
Mucho se argumenta de que, en las elecciones venideras, los ciudadanos votaran más por la persona que por los partidos, pero ese argumento debe complementarse con: a la persona que se arrope por un buen equipo de gobierno.
En ese razonamiento coincidimos varios personajes que, en lo personal, definiría como políticos profesionales, de larga trayectoria y probidad reconocida.
En el contexto municipal de Naucalpan, más allá de quién pudiera ser el candidato que abandere el emblema de un partido, lo que realmente requiere nuestro municipio es de un proyecto de largo plazo, flanqueado por un equipo de gobierno de naucalpenses experimentados, profesionales y de honestidad probada.
Porque el problema de origen es que el municipio se reinventa cada tres años. Cada presidente municipal, que sucede al anterior, deshecha todo lo que se emprendió y rediseña la ruta en la que debe conducirse su gobierno, en el mejor de los casos, si es que no improvisa con ocurrencias y acciones no planificadas para salir de las crisis.
Naucalpan requiere del diseño de un plan municipal a treinta años y de un equipo de gobierno que le de continuidad a las acciones, obras y programas previstos en ese plan.
Un plan que describa perfectamente la visión del municipio que deseamos a 30 años y cuáles son las fases para seguir, por cada gobierno en turno, desde el primer año, el tercero, sexto, doceavo y hasta el decimotercer año.
Un plan que defina la ruta y etapas precisas para lograr un municipio seguro; una ciudad con una infraestructura básica óptima, antes que pensar en costosas obras faraónicas; con un proyecto de desarrollo urbano y económico sustentable, sostenible y ordenado; y un gobierno cercano, accesible, eficiente, profesional, transparente y que garantice la continuidad del rumbo.
De ahí la importancia de priorizar esa alineación de servidores públicos de carrera, experimentados en la administración pública municipal y cuya motivación sea hacer bien el bien. Servidores públicos que busquen servir en verdad a su comunidad y no servirse de la función pública.
Nuestro municipio requiere de sus ciudadanos más capaces, conocedores de la realidad de sus barrios, pueblos, colonias y fraccionamientos; funcionarios comprometidos en atender las necesidades y carencias más sentidas del municipio, antes que obedecer a ocurrencias y caprichos; servidores públicos que en verdad sirvan, atiendan y se acerquen a escuchar las demandas de los vecinos, más que acuartelarse en las oficinas públicas.
Naucalpan merece un equipo de gobierno que tenga la voluntad de servir, hacer y resolver, teniendo como único fin el bien común y que su actuar sea pensando en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones.