MAPA DE LA DIVISIÓN POLÍTICA DE MÉXICO. Por Alfredo Oropeza

 

Por primera vez, en la vida pública del país, un presidente presume tener diferencias con los gobernadores de las entidades federativas.

“Es público y notorio, es de dominio público que tenemos diferencias con el gobierno del Estado…” Así arrancó su discurso el presidente López, el pasado domingo 25, haciendo publica y notoria las diferencias y deterioradas relaciones con el gobierno del Estado de Tamaulipas. Así también, lo manifiesta cuando acude a Chihuahua o a Jalisco, a Querétaro, a Nuevo León, a Yucatán, a Durango, a Michoacán, a Guanajuato, a Colima o a Aguascalientes.

Jamás, en la historia contemporánea de México, un presidente de la República presumía sus diferencias con algún gobernador. El argumento es de sentido común, pues un titular del ejecutivo que haya jurado gobernar por y para todos los mexicanos, no puede ser factor de desunión, conflicto y discordia entre sus gobernados y, mucho menos, entre los titulares del ejecutivo de cualquier Estado, que al igual que él, también fueron electos de manera democrática.

El presidente López, es experto para empoderarse a base del conflicto y la división, es parte de su historia y ascenso político. Para ello se vale de todas las herramientas, de un repertorio de bajezas, que le han funcionado durante su trayectoria política: la calumnia, la mentira, la denostación, la manipulación, las noticias a medias o las medias verdades, el linchamiento público y el suministro diario de ponzoña y veneno, para generar discordia y resentimiento entre los mexicanos.

Con los gobernadores no hay excepciones. Para ello, en su campaña eterna por la República, en vez de gobernar y unificar, López disfruta del deporte de la polarización y el encono. Sin dejar atrás colores y agendas partidistas, ataca, insulta y daña a los gobernadores de los estados, con el embate mediático y la válvula presupuestal.

Debido a su hambre insaciable de acumular más poder y centralizar todo el aparato del Estado en torno a él y sus creencias, ideología, ocurrencias y caprichos, el presidente López se distancia cada vez más de Juárez y su espíritu liberal y federalista, acercándose más al conservadurismo mexicano del siglo XIX: con su agenda moralista, proteccionista, estatista y centralista.

Por ello, la relación del presidente con los estados ha derivado en dos vertientes: la sumisión y servilismo de los gobernadores timoratos, principalmente morenistas; y la desafiante posición de los gobernadores que defienden el federalismo, el respeto a la autonomía de los estados y la defensa de sus recursos presupuestales.

No es casual que los gobernadores de las entidades más productivas del país –aquellas que aportan más a las arcas de la federación y reciben menos, sacrificados por un pacto fiscal que da más recursos a las entidades menos productivas– sean los más afectados por los recortes presupuestales para el próximo año. Porque a mayor pobreza, mayor el mercado clientelar electoral.

De ahí la confrontación y el conflicto del presidente, con los gobernadores de la llamada “Alianza Federalista”, producto de la imposición de las prioridades y ocurrencias del presidente, direccionada a una agenda electorera que daña las finanzas estatales, con recortes de hasta el 8% al presupuesto de los estados.

El trato de la federación a los estados es abusivo y cada mañana en sus conferencias, el presidente López Obrador “cancela la posibilidad de reconciliar al país” y crear una agenda de futuro al llamar corrupto o conservador a quien no está de acuerdo con él. Así lo definió el Gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro.

Así también, lo advierte el Gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez: si el presidente López Obrador sigue sin escuchar los reclamos de la Alianza Federalista, “ocasionará el primer rompimiento que va a terminar con esta República y estará generando una confrontación innecesaria que pondrá a prueba el carácter de cada región del país”.

Así, los gobernadores de la Alianza Federalista advierten que, por las decisiones arbitrarias tomadas por el Gobierno y sus aliados en el Congreso, se está poniendo en riesgo el crecimiento y el desarrollo del país, además de apostar por un centralismo de recursos y de poder.

Fiel aficionado al deporte de la división y el encono, López está conduciendo al país a la polarización y la confrontación, ya no de mexicanos contra mexicanos (sean fifís vs chairos u obradoristas vs conservadores), el conflicto está escalando a niveles que ponen en riesgo el pacto federal.

Al final, la confrontación alimentada desde el Palacio Nacional puede conducir a repetir un pasaje de la historia de México, cuando un López (de Santa Anna) dividió y confrontó tanto al país, producto de sus afanes centralistas, que logró la separación del estado de Texas y, a la larga, años de luchas intestinas entre liberales y conservadores.