Columna EL COVID-19 Y UNA MUERTE INDIGNA Por Juan Carlos Paredes

Desde luego que uno aspira a vivir con dignidad. En el mismo sentido, lo más adecuado sería morir con dignidad. Pero está terrible pandemia no permite morir a nadie con dignidad. Vamos, ingresan a los enfermos graves al hospital y no se despiden de nadie. Nadie los vuelve a tocar ni a ver y ni siquiera logran recibir un abrazo de despedida. Solo sus cenizas son entregadas a la familia. Más que grave, más que un adiós, una muerte dolorosa, inesperada e indigna. En la carrera contra la muerte de contagiados graves por coronavirus ya no se encuentran hospitales con camas disponibles ni con insumos ni con oxígeno o ventiladores disponibles. En forma literal, deben esperar a que alguien muera para que te puedan intubar. Hay saturación de hospitales públicos y privados, lo que representa el peor escenario a 10 meses de la pandemia. Se podría decir que la muerte es democrática. El terrible virus agarra parejo, no solo se lleva a los viejitos y a quienes tienen alguna morbidad o enfermedad permanente. En estos meses de la pandemia ya suman más de 200 mil fallecimientos en México adicionales a los que se registraron en el 2019. Y cada vez son más los menores de 30 años que fallecen por la pandemia. Por eso te pido, te imploro que no permitas que siquiera te roce el virus, que no trace tu vida y hagas hasta lo imposible por cuidarte, por cuidarnos

 

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