***ENTRE LÍNEAS: Colosio y el Covid-19

***ENTRE LÍNEAS: Colosio y el Covid-19

Hoy justamente se cumplen justamente 26 años del asesinato del entonces candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien perdió la vida luego de un mitin en la tristemente célebre comunidad de Lomas Taurinas, de la ciudad fronteriza de Tijuana, Baja California.

Sin embargo, hoy las preocupaciones ya no van tanto en el sentido de que se ponga fin a la impunidad que ha rodeado ese magnicidio, porque pese a que Colosio no era al momento de su crimen presidente electo de México, es evidente que de no haber sido precisamente porque lo mataron, se habría convertido en el primer mandatario del país.

Pero Colosio se ha ido quedando en el olvido, ahora por la enfermedad del Covid-19, pero antes también por el desgano de las autoridades judiciales para aplicar cabalmente la justicia. Triste, lamentable, pero real.

Se habló de una y más teorías sobre el caso Colosio, que si lo mató un loco tirador solitario, que si existió un complot, que fue un crimen de Estado, que el narcotráfico ya le había puesto precio a su cabeza, en fin, se dijeron mil cosas, pero el homicidio del sonorense nunca se ha aclarado.

Al asesinato de Luis Donaldo se le dio carpetazo y pasó así de forma vergonzosa a la historia, como un atentado que nació para quedarse impune, sin un debido castigo para los asesinos y el derecho del pueblo mexicano a saber la verdad, completamente truncado.

A la fecha, en los medios no se habla de otra cosa que del coronavirus y no es para menos, pero ha resultado coyunturalmente una cortina perfecta que permite ocultar muchas otras cosas más que siguen sin resolverse, el caso Colosio entre ellas.

En su momento, el PRI se dijo agraviado por el homicidio de su candidato presidencial, pero paradójicamente, estando en el gobierno, no llegó al fondo del asunto y no echó a andar toda la maquinaria de poder de que disponía, para que imperara la justicia y Colosio no se convirtiera únicamente en un mártir más de la democracia.

“Veo un México con hambre y sed de justicia”, dijo Luis Donaldo en aquel célebre discurso al pie del monumento a la Revolución, en el entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, frase, que dice la vox populi, fue su sentencia de muerte, al romper con un régimen que no tenía la menor intención de atender a los mexicanos agraviados por la injusticia. Los más, apuntan al ex presidente Carlos Salinas de Gortari como el autor intelectual del homicidio, lo cierto es que ninguna institución ha dado una respuesta clara. Ya pasaron 26 años. ¿Cuántos más para llegar a la verdad?